CADÁVER EXQUISITO, AGUSTINA BAZTERRICA

Hoy exploramos el mundo de lo desagradable y feo, eso que no queremos mirar. Porque nos enfrentamos a una novela que nos ofrece un futuro distópico en el que los animales han contraído un virus altamente contagioso y mortal para los humanos, de modo que todos son sacrificados, al menos los mamíferos, sea en estado salvaje o sean animales domésticos. Y eso, por supuesto, generó un cambio radical en las costumbres alimentarias, dado que ya no hay carne disponible.

O sea… sí la hay, pero sería canibalismo. Y el cuerpo echa de menos la carne, el asadito, por lo que en algún punto se terminó registrando un caso de antropofagia: un grupo agarró a dos migrantes y se los zampó. Y luego aparecieron las presiones de la industria cárnica -arruinada, con mataderos y sistemas de producción sin uso y en perfectas condiciones- hacia la población y el Estado: hubo informes de destacados investigadores diciendo que las proteínas vegetales eran insuficientes, que si había aumentado la malnutrición, que si los vegetales no eran tan sanos como se decía…

Hasta que se legalizó el consumo de carne humana. Perdón, carne especial: ése es el nombre que se le da. Suena más pulcro e higiénico, de modo que las personas criadas en matadero se llaman «cabezas», y su torso es «res» o «media res». Por delicadeza no se les llama humanos ni personas, y comprar ejemplares en un criadero está permitido, pero sólo para consumo. Esclavizarlas es muy mal visto, así como tener sexo con ellas, y se castiga con la pena de muerte y la posterior entrega del cuerpo de los condenados a los mataderos.

La historia se centrará en Marcos, la mano derecha del dueño del matadero más respetado del país. Un experto en todo el proceso de faenado de la carne, y también en los secretos comerciales del negocio. Un tipo insustituible, que goza de toda la confianza de su jefe, así como del respeto de todos los demás empresarios. Pero Marcos en verdad odia su trabajo, se siente mal por lo que hace, le molesta la corrección política de los eufemismos asépticos que se usan para el asesinato y el canibalismo. Detesta ver cómo se cometen las peores bajezas, y se actúa como si fuera lo normal, lo correcto. Pero Marcos tiene familia, tiene un padre bondadoso que enloqueció (Marcos cree que a partir de toda esta locura), y debe pagarle el mejor geriátrico, uno donde a los viejos no los vendan al mercado negro al morir.

Marcos, además, carga con el peso emocional de haber perdido un hijo, y estar separado de su esposa desde entonces: ella lo lleva aún peor, y está seriamente deprimida. En ese contexto, con su estabilidad mental colgando de un hilo, un ganadero obsequioso le manda un regalo: una hembra de carne premium, de las de criadero, las que no les inyectan nada para acelerar su crecimiento y que por lo mismo son la mejor carne. Son caras, y él puede faenarla para comer, o venderla por mucho dinero. Justo a él, en el momento en que más detesta todo eso.

En esta novela Bazterrica no tiene miedo de describirnos los mecanismos de la industria de la matanza animal con detalle. Nos horroriza el trato que se le da a otros seres humanos (y evitaremos pensar en que es un trato muy similar el que se le da a vacas, cerdos y pollos. Evitar pensar es clave en esta novela). Pero tampoco teme a mostrarnos los mecanismos mentales a través de los cuales nos tranquilizamos a nosotros mismos, nos convencemos de que no tenemos más opción cuando vamos a cometer alguna infamia, o incluso de que está bien y es necesario. Tanto al nivel de cada persona, como los empleados del frigorífico de Marcos, o su hermana arribista, que ha olvidado a su padre pero finge preocuparse de él, para convencerse de que no es una mala hija, como también al nivel colectivo, de una sociedad enferma que ha decidido pasar por alto los peores horrores. No sé, como bombardear hospitales con enfermos adentro, pongamos por caso.

Una novela que, a través de capítulos muy breves, y acudiendo a un lenguaje ajustado y profesional cuando es necesario, así como a un lenguaje mucho más emocional cuando escuchamos los pensamientos de Marcos, que es casi el único que muestra emociones reales, no clichés socialmente aceptados o la cínica dureza de los que conviven con la muerte. Agustina Bazterrica no escatima nada a la hora de pasearnos por la fealdad, sobretodo por la fealdad que nosotros mismos hemos provocado, y de la que nadie se ha de salvar. Nos presenta un mundo que es una máquina cruel, de usar a las personas como mercancías, y de la que nadie puede huir del todo: verdugos, víctimas o consumidores, o todo eso en diferentes momentos, pero en el mundo de pesadilla de la autora nadie se salva.

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